En Las Vías Del Tren
Quiero que conozcáis una historia, una historia real, una historia de una pareja de avanzada edad, que a mí por lo menos me emociona.
Todo comienza en día de verano, sobre el medio día, una pareja de señores mayores caminas por las vías del tren, él a su lado y ella sobre las propias vías. Esta pareja, como siempre y cada día estaba discutiendo. La pobre señora al haberse casado joven y en sus tiempos no tuvo más opción que aguantar al su mal marido, ella se quejaba de que era un payaso, un ignórate, un machista, vamos una auténtica perla, él siempre le insultaba y había hecho de su vida lo que ella pesaba una auténtica desgracia. Como todo los días después de haberse jubilado, se fueron caminar por las vías siempre miraba el tren pasar. Al ir discutiendo la señora no miraba por donde pisaba y de repente, metió el píe entre una tabla de la vía el suelo y un raíl, el marido siguió caminado sin darse cuenta, al percharse de ello se giró y dijo:-¿pero eres imbécil? Sigue caminando y deja las tonterías para luego.
Ella en su inocencia pensó sacarlas de primera, pero, no podía ser el píe, no salía se quedó ahí atracando, lo intentaba y lo volvía a intentar pero si podía, no salía, su marido atónito, miraba sin saber que ocurría. – Payaso, deja de mirar y ayúdame, que estás atontado. Le chillaba la señora a su marido, el señor fue directamente a ayudarla mientras le recordaba lo inútil que era y todas las veces que la había dicho que no caminara por encima de las vías. En ese maldito momento un gran estruendo se escuchaba acercarse, sus corazones se aceleraron y se temieron lo peor, la mirar hacia su lado, el miedo fue confirmado. El tren como siempre se acercaba a toda máquina, miraron alrededor desesperados en busca de ayuda pero solo vieron una red de vías y raíles a su alrededor, el tren cada vez estaba más y más cerca y como siempre seguían discutiendo echándose en cara las cosas del pasado mientras, el la ayudaba y ella seguía luchando con las vías por liberar ese maldito píe, ya no quedaba casi tiempo, y ella de repente dejó de intentarlo y le dijo:-Mira, pensándolo bien, mejor déjame, nunca me has querido de verdad, además soy tonta ¿no? Mejor no estar en este mundo, corre sálvate tu por favor.
De esta manera, le empujo queriendo que se callera de culo al suelo y apartarle de la trayectoria del camino, pero él más rápido todavía, le agarró el brazo, le abrazó y le susurró –Si te vas, nos vamos juntos. Has estado conmigo siempre, ¿qué voy hace yo sin ti ahora? Lo siento, sólo, te quiero y la abrazó más fuerte si podía, cerró los ojos a esperar la muerte junto a su mujer.
Los señores, abrazados se quedaron ahí, pensado en el sonido del tren que cada segundo estaba más cerca y más cerca, ya lo tenían encima y justo cuando iban a impactar, l ruido ensordecedor se hizo inmenso, y de repente se alejaba, era un milagro, estaban de una pieza no se lo podía creer. El miedo y el estrés no les dejó, pensar ni ver que unos metros más atrás, había un cambio direccional de raíl.
Días más tardes, les llegó una carta en la cual el logotipo de RENFE estaba impreso, que comunicaba que tenían una multa que ascendía a los 470 euros por comportamiento temerario, del cual, el maquinista y las cámaras eran testigos. En aquel instante, el marido se giró, corrió por el pasillo y le gritó a su esposa –Ves lo que has provocado con tus idioteces, definitivamente me eh casado con una payasa. A lo que la mujer se giró, sonrió y le contesto: -Sólo, yo también te quiero.
Esta historia, la contaba la propia mujer, después de la muerte de su marido. Pensaba que en verdad nunca fue tan malo como aparentó al fin, cierto es que, le increpaba y le decía bordarías que nunca había sido un caballero, pero jamás, le faltó nada y siempre tuvo lo que ella necesitaba y pedía a lo mejor no como regalo, pero si como sorpresa encima de su colchón, en verdad nunca llegó a estar triste del todo porque él intentaba que los problemas no le afectasen del todo y le hacía reír, fue un gran padre pero sobre todo siempre había estado junto a ella, con quejas, pero jamás la cambió ni la intento cambiar. Se dio cuenta, de que en verdad tuvo un marido ejemplar una persona que de verdad la quería y que no importaba su carácter, porque de cualquier manera habría dado su vida por ella. Nunca se arrepintió de las malas palabras que ella dijo de su marido, porque él en su lecho de muerte, le pidió que no lo hiciera que se las merecía y que fuera feliz ya que él no pudo hacerla de todo. Hasta el fin de sus días, él la quiso
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