martes, 29 de noviembre de 2011

Odio*

Odio*

Me volvió ríos de veneno y pus. Ríos sinuosos y largo que regaban los valles que samurgaban  los chillidos quebrantados de dioses desconocido y olvidados. Frío paisaje donde el reflejo de mi recuerdo se funde en él para dejar de existir en uno solo, dejar de uno solo para ser guiado por la voz de un demonio que controla la marioneta de mi carne. Aquel demonio que habita en mis ojos relampagueantes, tiradores de una mirada que prende en cólera cualquier objetivo. Llamas  negras de luz purpura devoran las superficies de colinas donde brotaban pequeños lirios de esperanza, ahora sólo son cenizas. Acabaron con las flores, volvieron estéril la tierra, acabaran conmigo.


Siento odio hacía la imagen de mi reflejo y amo al Odio que me invade al verme. Los corazones no son rojos, ni son rosas, ni siquiera son grises. Los corazones son morados y azules. ¿Por qué odio lo que soy?... Odio mi imagen. Ella no existe, soy mentira, soy un reflejo. Veo una muralla de ficción que sostiene un vacio, un vacio que se expande resquebrajando todo lo que es a su paso. Por eso me odio. Me odio por ser mentira, me odio por ver que parezco ser y no soy. No soy rojo, ni rosa, ni siquiera soy gris…

Eric T. Kalunga López